Mamá, a qué hora te vas?

7 años con nueve meses para escucharla decirme: "¿Mamá, a qué hora te vas?"

María termina su primer año en la primaria, con las manos llenas de trabajos, dibujos, obras de arte llegamos a casa de su abuela,  mi corazón celebrando su cierre en este primer año escolar, la abuela, la nieta y la madre nos fuimos a comer, esa noche mi hija iba a quedarse de pijamada con su abuela, yo agotada de un mes lleno de actividad con el cierre de año pero además con el cambio de escuela que habíamos decidido meses antes pues su actual escuela nos queda lejos de casa y los traslados se han vuelto realmente agotadores.


María feliz de cerrar su primer año pero triste al mismo tiempo por despedirse de sus amigas y amigos, de su maestra que tanto quiere, de su escuelita que la acompañó a leer y a comenzar hábitos escolares, ella me ha articulado su enojo conmigo por no dejarla en su escuela, lo hemos hablado pero ella esta molesta y en sus propias palabras me lo dijo, eres la persona en quien mas confío en el Mundo, y cuando me siento enojada y no sé que hacer, me enojo contigo por que confío en ti, así que ella esta enojada y lo muestra conmigo.


En cuanto doy el último bocado del plato, me dice: a qué hora te vas mamá? y yo le digo:pronto María, pronto, ella me replica: no, ya vete por favor.


Me quedo helada, y le pregunto: estás molesta? quieres hablar? ...

Y María me dice: No mamá, quiero que te vayas.

Me quedo con un nudo en la garganta sin mucho que decir, sólo diciendo: entiendo que quieres estar a solas con la abuela pero con calma, ya me voy.





Me despido de ellas, ambas con sonrisas y complicidad de disfrutar su tiempo a solas, yo con un nudo en la garganta y en el corazón, llego al encuentro con mi compañero y padre de mi hija, hemos esperado semanas por una tarde de novios, por una escapada a solas, yo le abrazo y comienzo a contarle la anécdota de la tarde, le cuento la ansiedad de mi niña por que me fuera, y luego un silencio que me permite escucharme y entonces articulo en palabras el miedo que se ha despertado, tal vez estaba ahí desde hace años, tal vez desde que María nació, tengo miedo que me deje de querer...




Comienzo a llorar como una niña chiquita sin consuelo, y mi compañero me abraza me dice que eso no pasará, pero no hay consuelo ante esas palabras, solo el miedo a que mi niña no me necesite más, a dejar de ser el centro de su universo, a dejar, a soltar, a permitir que ella sea...


Y así María y yo comenzamos una nueva etapa de amor, en la que ella se siente lista para que yo no esté siempre, con la autonomía de compartir y repartir su amor con otras personas, por que yo su mamá, soy su mamá, pero ella requiere de más personas para experimentar el afecto, de tiempos donde sienta que recibe amor y comparte vida con más personas que su mamá.



Pero acaso no la críe  con vínculo y contención de bebé para que ella se sintiera segura de mi amor? ahora soy yo la que duda, la que se pregunta, la que llora por su ausencia.


Recuerdo todavía esos primeros días a su lado, ella pequeñita necesitando de mis brazos, de mis pechos, de mi calor, ese llanto en cuanto la ponía en la cama, esas mañanas y tardes eternas mirando por la ventana pensando que nunca iba a terminar la cuarentena, la maternidad, el encierro, añorando el momento en el que pudiera estar sola , recuerdo el llamado incesante de MAMÁAAAA...


Ahora mi propia niña me ha pedido que me vaya, que la deje a solas tejerse en sus relaciones, y en silencio me doy cuenta de mi miedo, de mi llanto, este llanto no es el de su mamá, es el de mi yo bebé, mi yo niña llorando por el miedo a que me dejen de querer, algo dentro me pide escucharme, no echar encima de María mis ausencias de cariño, mis faltas, mis necesidades de afecto, he cuidado a esta hermosa hada, le he cuidado unas alas para volar, le he cuidado para que VIVA, y se bien que el vivir no siempre será a mi lado, el mayor porcentaje de su vida se tejera muchas veces lejos de mi cuerpo.





Así que tomo aliento y dentro de mi digo:  vuela alto preciosa, VIVE VIVE VIVE, honra esta preciosa vida que llevas palpitante dentro, VIVIENDO, mirare tus vuelos altos y hermosos y me tocará celebrarlos, y otras veces tal vez no pueda siquiera mirarlos, me tocará escuchar los relatos de tus aventuras y tu vuelos, y un día si la vida nos lo permite te miraré amar y querer cuidar con tanta pasión la vida, el alma y el cuerpo de otras personas, te miraré llorar por que tal vez alguien no corresponda a ese amor que tu des, te miraré celebrar el que si te correspondan, y veré como haces tus maletas para tejer nuevas aventuras fuera de este nido, mis brazos y nuestra casa, para verte construir tus nidos y tus a-brazos, se bien que el ahora me muestra como amar sabiendo que nada me pertenece, que el que necesites cada vez un poco menos de mi presencia nos hace bien a ambas, tus alas no merecen las jaulas de un supuesto amor, mereces el amor que deja volar. 


Y una vez más la presencia y el ser como es de María, me muestra algo que en mi duele y que no tiene que ver con nuestro amor, tiene que ver con algo muy viejo, el dolor a que no me quiera no es suyo, es mío, es de mi historia de vida pasada y añeja, el miedo no es amor, así que libero ese miedo en estas letras, ese miedo a no sentir el cariño, hemos caminado estos siete años juntas para no necesitarnos...


Y es que esta es la paradoja de la crianza con vínculo, NO CON APEGO, el vínculo se extiende, se expande, el apego se pega, se hace pegajoso, se nutre de la necesidad, el vínculo se nutre del dinamismo del AMOR.


Criamos con vínculo para permitir que el amor se expanda, cuando María era bebé, no podía verlo, no sabía lo que unos años después nos depararía la vida, le crié de bebé cerquita mío, pegadita piel con piel, con teta, con salivas, con besos, con lagrimas, con fluidos lácteos, con masajes, con tiempos juntas que parecían eternos, cuerpo a cuerpo, pidiendo un ratito a solas, y ahora me viene la paradoja, le críe cerca para dejarle ir de poquito a poco , como un hilo invisible que cada vez se extiende más y más, le críe con vínculo para que poco a poco y debo reconocer que casi sin darme cuenta, la seguridad de este nuestro amor  le permitiera decirme: mamá, a qué hora te vas?, me enojo contigo por que eres la persona en quien mas confío en el mundo...



He dejado desde hace un rato de ser el centro del universo de mi hija, la hermosa maestría emocional que nos regala la maternidad, este constante flujo vital, en el que permites la vida para dejarla vivir, la maternidad nos regala la oportunidad de encarnar el principio de LA MADRE VIDA, MADRE TIERRA, en nosotras las madres se experimenta el centro vital de la creación, en nuestros vientres permitimos la vida, la gestamos, la alimentamos, le permitimos nacer, la cuidamos, le procuramos lo necesario para que crezca fuerte y cuando toma fuerza le damos el espacio necesario para que VIVA, ser madre es estar en un constante pulso de expansión-contracción-expansión, en una apertura y cierre del ciclos incensante, es el permitirnos vivir y que se viva, es el disponer el cuerpo, el alma, las emociones a vivir, por que vivir es amor y el amor no se somete, no se retiene, así que, si hijita, de poco a poco me voy, por que la vida también me esta llamando a mi, y la paradoja es esa, mi amor siempre esta contigo por que la vida, tu vida, te pertenece, y en esa vida que vivimos, el latido del amor, de mi presencia viajan contigo.


Yo siempre seré tu mamá, este o no físicamente cerca, ya dentro de ti, vivo yo y tu en mi, así que honremos la vida, el amor y VIVAMOS.



Texto escrito por : 
Lila Guerrero
Madre, doula, artista escénica, autora y gestora general de COmadres.
Sesiones personalizadas de acompañamiento posparto.
Contacto: lilaromeroguerrero@gmail.com 



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