Sostén emocional en el puerperio


Mi primer encuentro con Laura Gutman, la maternidad y la sombra. 

Hace aproximadamente siete años conocí los libros de Laura Gutman, “La maternidad y el encuentro con la propia sombra” fue el primero que llegó a mis manos. En esos días Laura Cao Romero nos convocó a varias mujeres, con hijos pequeños, para irnos formando como acompañantes de otras mujeres en el puerperio, las mujeres que ahí comenzamos a reunirnos teníamos varias inquietudes provenientes de nuestro proceso de devenir madres. 

Por mi parte aquella idea me parecía totalmente oportuna pues mi experiencia, sobre todo con mi primera hija había sido intensa, amorosa, incomprensible, angustiosa, todo junto a la vez, así que comencé a asistir a aquellas reuniones en donde nos comenzamos a preguntar desde dónde acompañaríamos a otras mujeres. En ese contexto leí a Laura Gutman, aquel texto me ayudaba a comprender lo que en esos más de dos años había estado viviendo, sintiendo, preguntándome. 

En una de nuestras reuniones llevé el tema de maternidad y la sombra, fue un texto lleno de párrafos casi textuales de los planteamientos de Gutman, conceptos nuevos o re-significados para . Ahora retomo aquel texto y quisiera agregar, ponderar aquello que fue cobrando sentido en ese nuevo andar como mujer y como madre. 

Karla Arteaga, madre. 



                             Foto archivo personal 


Devenir Madre 


La única que sabe (a veces sin saber que sabe), es la madre. Por eso la principal ayuda consiste en ayudarla a aceptar y valorar sus necesidades y su intuición para tomar decisiones con respecto a la crianza de su bebé. 
El mundo anda a velocidad luz mientras las madres se sumergen en las tinieblas del recogimiento, conservando las redondeces y reclamando silencio.  

La madre pone toda su energía en el cuidado del niño, no tiene resto para sí misma, ya que la crianza está consumiendo toda su energía.   



Algo que me pasó durante y después del puerperio es que ya no sabía quién era ahora, así que me identifiqué cuando Gutman habla que la mujer después del parto pierde su identidad, sus lugares de referencia, en algunas ocasiones su lugar de trabajo, su tiempo de ocio, algunas amistades, su libertad personal. Se siente agotada y muchas veces no se le ocurre pedir ayuda en ese sentido, descubre que el bebé, además de la leche, succiona algo más intangible. 

En este devenir madre puede darse una confusión entre el ideal de madre dictado desde el afuera, el ideal de madre que se ha planteado la propia mujer y la presencia de emociones, sentimientos que desconciertan por no ser reconocidos y aceptados, a esto último Gutman le llama la sombra, basándose en los planteamientos teóricos del psicoanalista Carl Jung. 

Para Gutman la sombra es todo lo que el individuo no puede reconocer de sí mismo. La sombra nos angustia; por eso la rechazamos constantemente. La sombra nos enferma, la enfermedad es una parte de la sombra que se introduce en la materia, indicando “lo que me falta, lo que rechacé, lo que olvidé, lo que desprecié”. 

Es importante mencionar que un síntoma siempre se anuncia primero en la mente, bajo la forma de idea, deseo, fantasía, temor. Sólo cuando no es tenido en cuenta reaparece en el plano material, en el cuerpo, de ahí la importancia de reconocer y aceptar la sombra. 

Así como los adultos necesitamos la enfermedad para materializar y comprender con mayor precisión nuestro desequilibrio, los bebés y niños pequeños funcionan también como espejo de la desarmonía de los mayores con los que están en relación fusional. El cuerpo se constituye en una apertura emocional y espiritual tal que permite manifestar las partes de la sombra de la mamá que ella esté dispuesta a elevar a su conciencia.  




Podemos afirmar que buscar la salud del niño pequeño equivale a liberarlo de la sombra de su madre. Para esto es indispensable que las madres comiencen a cuestionarse con mayor humildad en lugar de relatar cómodamente las enfermedades de sus hijos, como si fueran ajenos a su propio entender emocional. 

Laura nos plantea también que la sombra se manifestará más intensamente en la medida de que existan más asuntos internos por resolver, por ejemplo si nos da temor asomarnos al mundo adulto y parimos desde un estado infantil, el bebé real tiene que ver poco con el bebé imaginado, soñado o fantaseado desde el cuento de hadas que nos han contado desde niñas. Y la realidad nos aborda con un bebé que llora sin parar, que ensucia los pañales, que no se prende al pecho, que es muy delgado, o muy largo, o muy ancho, que no se conecta, que es demasiado inquieto, que no me hace quedar bien frente a las visitas, o no me deja en paz, o no se parece a nadie.  

Sea lo que fuere es diferente de lo esperado. Es profundamente desconocido. Eso es un recién nacido: la manifestación organizada de la propia sombra, es decir, de todo lo que rechazo, desconozco o me duele de mi profundísimo ser esencial. 

Los largos nueve meses nos permiten prepararnos para la ruptura del cuerpo físico y el quiebre del alma. Esta crisis será aprovechada en la medida en que estemos dispuestas a mirar las partes oscuras o temidas de nuestro “yo soy”. 

Laura propone la existencia de redes sociales que contengan a la mujer recién vuelta madreCada mujer está muy sola con su situación: la restructuración emocional por el nacimiento del hijo, la falta de red social, el varón como único interlocutor y los mandatos sociales que manejan los hilos de las decisiones personales y familiares. 



Sostén emocional en el puerperio

Nuestra sociedad está apurada “por volver a la normalidad”.  Se quiere que la mamá “vuelva a ser la de antes”, que adelgace rápido, que abandone la lactancia, que retorne al trabajo, que luzca espléndida… en fin, que esté a tono con los tiempos que vivimos.   





De manera lamentable, hoy en día se considera el parto como un acto puramente corporal y médico. Un trámite que, con cierta manipulación, anestesia para que la parturienta no sea un obstáculo, drogas que deciden cómo y cuándo programar la operación, y un equipo de profesionales que trabajan coordinados, puedan sacar al bebé corporalmente sano y felicitarse por el triunfo de la ciencia. 

Esta modalidad está tan arraigada en nuestra sociedad que las mujeres ni siquiera nos cuestionamos ¿si fuimos actrices de nuestro parto o meras espectadoras?¿Si fue un acto íntimo, vivido desde la más profunda animalidad, o si cumplimos con lo que se esperaba de nosotras? 

El parto no es una enfermedad para curar. Es el pasaje a otra dimensión. Perdemos noción del tiempo y del espacio. Para entrar en el túnel de la ruptura es indispensable dejar mentalmente el mundo concreto. Parir es pasar de un estadio a otro. Es un rompimiento espiritual. Y como todo rompimiento duele.  

En este punto la mujer se siente con la sensación de un gran desamparo afectivo. Se sabe querida, sin embargo experimenta un vacío indescriptible que le impide sostenerse. Se percibe así misma inmensamente sola; su estado de ánimo es frágil aunque en apariencia reina la felicidad familiar. 



El varón ahora hace un esfuerzo por satisfacerla, pero el abordaje resulta infructuoso, ya que ese sostén emocional del varón hacia la mujer no ha sido construido con anterioridad. 

Aquí se juega una de las bisagras fundamentales; la función primordial masculina en la constitución de la familia es el sostén emocional de la mujer. Y la función femenina es el sostén emocional de los hijos, sobre todo en los primeros años. 

Facilitar la fusión mamá-bebé, permitirla y defenderla. Para que una mamá esté en condiciones de sumergirse en la fusión, necesita despojarse de todas las preocupaciones materiales y mundanas. Las tareas domésticas, el cuidado de hijos mayores, la organización del hogar, los conflictos con otras personas, las relaciones interfamiliares, la salida al mundo y las decisiones mentales deben ser resueltas por el varón, tomando decisiones pertinentes para liberar a la madre  del reino de lo terrestre. 

Defender la fusión del mundo exterior, apabullados por los consejos, las críticas, los sermones que circulan acerca de lo que “hay que hacer”. Resguardar el nido. Ser un intermediario entre el mundo exterior y el mundo interno.  

Apoyar activamente la introspección, es decir, permitir que la mamá explore la apertura de su sombra. El apoyo y el acompañamiento afectuoso permitirá a la madre no asustarse de sus partes ocultas. 

Proteger, esto se refiere principalmente a lo económico. El varón conserva espacio psíquico disponible para tomar decisiones, para buscar ayuda, organizar el funcionamiento familiar y resolver cuestiones del mundo material. Aceptar y amar a su mujer. No es tiempo de discusión. Es tiempo de aceptación y observación. Es tiempo de contemplación sobre como suceden las cosas. 

La presencia de una Doula 


Doula  es una palabra que proviene del hindi. Así se llaman a las mujeres experimentadas que se instalan durante el puerperio en casa de una mujer que ha dado a luz, para acompañarla, instruirla en su nueva tarea de ser madre y sostenerla afectivamente.   


La doula debe asistir prioritariamente el mundo interno de la madre, que explota sin parámetros conocidos, y además ordena y colabora en el mundo externo que se vuelve caótico. Por sobre todo ofrece sostén, apoyo, escucha, contención y solidaridad. Valoriza todas  las sensaciones y considera la historia personal de cada madre, la experiencia del parto, la realidad familiar y social, el nivel de desarrollo personal, etcétera, para que cada madre, se encuentre en mejores condiciones de sostener al niño recién nacido.  

Es importante hacer hincapié en que la doula asiste a la madre y no al niño. La doula no interfiere en la díada; al contrario, la posibilita, la protege y acuna a ambos. 

Para convertirse en doula es imprescindible tener suficientemente trabajados los aspectos personales referidos al maternaje. También una gran capacidad de escucha y generosidad, ya que la doula está al servicio de cada madre y de su mundo emocional particular. No defiende ninguna idea preconcebida ni da consejos, sino apenas una visión fresca del manejo de los vínculos dentro de la familia, todo esto es una doula. 

Texto escrito por: 
Karla Arteaga, COmadre

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