¡Papacito Hermoso!




Por Cristina Ramírez

Cuántas imágenes podemos crear en nuestra mente sobre lo que es un padre, según nuestra
propia experiencia sería posible creer que hay un papá amoroso, o un papá enérgico, un papá
duro, un padrastro, un papá ausente. Hoy me ocupa ese papá amoroso con el que vivo día a día y que antes de ser un papá amoroso es mi pareja. 



En mi experiencia ser papá es una experiencia increíble, pero también en ese despertar a la paternidad, sucede un duelo por la pareja que se fue: mismas personas, nueva relación. Cuando empecé a salir con mi esposo, nos divertíamos muchísimo, reíamos y sentíamos una pasión desmesurada. Un buen día despertamos con la simple, pero clara, idea de hacerlo desde el mismo lugar y nos casamos.


Todavía recuerdo esos viajes a Oaxaca, bailando en la Casa del Mezcal y paseando por Santo Domingo, tardes de cine, de caminatas en Coyoacán. Aquel viaje a Madrid en 2010, ¡un viaje espectacular! caminamos, paseamos, comimos, tomamos vermut, no podía haber mejor momento para vivir.


Ese viaje a Madrid fue el causante de nuestro embarazo y cómo no serlo si desbordábamos amor
a nuestro regreso al D.F. Sin embargo, no fue un embarazo planeado, nos tomó por sorpresa. No habían pasado más que 10 días cuando mi cuerpo manifestó una serie de cambios que simplemente corroboraron todo lo leído sobre el embarazo.


Tantos años de vivir una sexualidad activa con la precaución de no embarazarnos que parecía que estábamos en la secundaria y como dice el dicho popular “nos habíamos comido la torta antes del recreo”, pero no, ya estábamos en la tercer década de la vida, teníamos un año de casados y tres más de ser pareja, sin embargo, había emociones encontradas, nervios, miedos, preocupaciones. Si me preguntan cómo era mi esposo cuando lo conocí, les diría que era una persona relajada, divertida, flexible. Con el embarazo, todas estas características pasaron a segundo lugar para dar espacio a las características de sobreprotector, proveedor, estable.

Por sugerencia de otros amigos, tomamos un curso de preparación para el parto que nos dio herramientas para aligerar (ejercicios, meditación, información útil para vivir el parto, etc.) y sobre todo diseñar el camino que queríamos vivir en la llegada de nuestra hija. Elegimos ser padres dispuestos a vivir un parto natural (finalmente fue cesárea pero lo intentamos), lactancia exclusiva, convencidos de la crianza respetuosa y del apego en los primeros meses. Tengo la fotografía en mi mente, en una clase del curso, una mamá tenía apenas días de haber parido y dio a su bebé a la instructora para que los futuros papás lo cargaran, al turno de mi marido, tomó al bebé como si fuera botella de refresco de dos litros, rígido, con una sonrisa congelada que más bien reflejaba la preocupación de saber si lo estaba o no haciendo bien, el bebé tenía la cabeza de lado y él lo tomaba como para dejarlo en esa postura por siempre. Mientras yo me sentía como pez en el agua en este espacio, a veces él estaba como en una película de comedia, dejando que los chistes de la vida hicieran su trabajo con él como protagonista.

Al paso de los días, estábamos entregados totalmente al evento. Elegimos vivir un embarazo lo más natural y tranquilo posible, y al menos yo, sin presiones de horarios y trabajo fijo, de modo que pude vivir nueve meses totalmente dedicada a mí y a mi bebé. Él, por el contrario con un trabajo que le ocupaba mucho tiempo, viajes, horas extra, proyectos alternos, en fin, dedicado a ser ese padre proveedor.

Cuando llega nuestra hija a nuestros brazos, yo me sentía increíblemente feliz, si les pongo las fotos de las visitas cinco horas después de la cesárea, yo estaba como si nada. Sin embargo, el novato papá, no. Él se sentía feliz, emocionado, pero al mismo tiempo estaba contenido, tenso, preocupado porque nadie fuera a tocar a su bebé con las manos sucias, sin saber cómo ayudarme a darle pecho y mucho menos aligerar sus cólicos, se volvió un gran protector.

Esta familia, ahora compuesta de tres integrantes, vivió el primer año de su primogénita en total colecho y lactancia exclusiva, no había lugar al que yo fuera que no iba mi hija y por supuesto que si al lugar no podía entrar o estaban fumando, música estridente u otra cosa, yo no entraba y por consiguiente él tampoco. Hubo una ocasión que decidimos irnos a tomar un lunch en un bar de Coyoacán (hacia las 12, 1 de la tarde) y por llevar a la bebé no nos dejaron entrar, siempre habíamos ido ahí y de pronto, fue tan extraño que no nos dejaran entrar, las cosas habían cambiado.

Toda esta divertida rutina de cambiar pañales, preparar papillas, alistar la pañalera, bañarlos, dormirlos, ir al pediatra, y todo lo que gusten agregar a la lista, cambio nuestra realidad sin darnos cuenta. Toda esa emoción de un año atrás, se había transformado en otra cosa en la que apenas, y gracias a la distancia lo veo como un extraordinario ejercicio de prueba a nuestra elección de amor, no hacia nuestra hija porque esa fluía sin limitaciones, entre nosotros como pareja. La curva de aprendizaje de la paternidad y maternidad llevaba su tiempo, dejando menos espacio a la de la pareja y todavía menos espacios para uno mismo. Ya lo habían advertido, pero a diferencia de los libros de embarazo, no había síntomas tan claros, ni míos ni de él.

Yo siendo una mamá dedicada totalmente a mi hija y con cierta personalidad controladora, por supuesto que quería controlar todo lo que implicaba el cuidado a mi hija y mi pareja simplemente se dejó dirigir, al fin y al cabo, libros, el pediatra y páginas web dicen que en los primeros meses los bebés lo único que requieren es a su mamá cerca. ¿Cuál era el papel del padre en los primeros meses? Es el padre el que aparece como el primer apoyo a la madre, quien da soporte, quien ve por las necesidades de la madre siendo que ésta a su vez está por las del recién nacido. 

En otras épocas no siempre esto fue así, al menos en mi familia, la familia extendida se hacían cargo de las madres, ahí estaban abuelas, tías, hermanas, los hombres se iban a trabajar y se acababa esa tarea. Tener hijos era cosa de mujeres. Ahora no, los padres son los que acompañan en la preparación del parto, están presentes en el proceso, la acompañan en su estancia en el hospital, ahora los padres están en la primera fila para recibir a sus hijos y dárselos a su madre, esto desde mi experiencia es una gran transformación de nuestra sociedad.

Pero en todo esto ¿en dónde quedamos nosotros dos? ¿Cómo era volver a dormir en el mismo espacio después de meses de que una pequeña bribona estaba entre nosotros? Recuerdo noches en los que mi hija tenía una mano en la cara de su papá y otra en la mía, solamente nos veíamos y sonreíamos, pero también había días en los que mi esposo decía, “¿me pregunto cuándo se va a ir a su habitación?”.

Conforme fue creciendo, mi hija empezó a sentir que en la cama ya no cabíamos los tres y así como yo, ella también le decía a su papá: “mi amor no ronques”. Era tan divertido escucharla y su papá simplemente se iba a la otra habitación. Pasando los dos años y medio ella eligió irse a dormir a su habitación.

Todo parece indicar que es normal que la pareja pase a un segundo lugar en prioridades de atención por parte de la cónyuge. Yo estaba acostumbrada a sentirme totalmente cuidada por mi pareja porque todo el embarazo así lo hizo y mi hija de recién nacida también, me acostumbre, no lo niego.

Hace unos días mi pareja me confesó que él creía que yo era una gran mamá, pero que había descubierto que se sentía un tanto olvidado como pareja y que esa emoción no la había sentido ahora, más bien desde que llegó su hija pero no lo había hecho consciente y además se sentía mal porque amaba a su hija, no era cosa de competir con ella. Pero, ¿si él se veía tan dispuesto? un poco nervioso, un poco estresado, sí, pero siempre servicial y reaccionando a cada necesidad de nuestra hija o mía. Hace tres años del nacimiento de nuestra hija.

Con todo esto me vino a la mente todas las ideas que se dicen sobre la insensibilidad de los hombres, sobre todo porque no los vemos llorar como a las mujeres, también porque muchas veces muestran cierta “frialdad” al tomar decisiones, claro que sienten y sienten mucho. Y en algún momento las mujeres también podríamos volvernos insensibles a las necesidades de los hombres, creyendo esta historia del sexo fuerte, limitándolos en su sentir.

O tal vez mi pareja estaba exagerando, si se veía tan feliz con su hija y deseaba verla sana y feliz por lo que estaba de acuerdo en estas decisiones, hay precios que pagar a favor de algo mejor. Alguna mujer ya grande y que es abuela señalaba como exageración esas emociones, “les falta hacer frente a su compromiso de padres ahora cualquier pretexto es bueno para quejarse”. Creo que al principio estuve de acuerdo con esta idea, pero cuando vemos que hay papás que simplemente se desaparecen, que no se hacen cargo de ningún tipo de responsabilidad, ni siquiera la más sencilla de todas (la del dar dinero), no podría estar más equivocada esa idea. Un hombre que hace frente a su paternidad, simplemente se da esa oportunidad y participa en todas las decisiones. Ser papá o mamá no es ajeno a ser pareja, pero acomodarse en los tiempos y en las actividades es un reto, somos los mismos pero se suman experiencias, responsabilidades, preocupaciones y sobre todo alegrías.

¿Cuál fue la emoción que más recuerdas al ver a tu hijo o hijos recién nacido(s)? les pregunté a mis amigos y de 10 que me compartieron su sentir seis hablaron de la alegría y la felicidad, tres expresaron simplemente una emoción enorme, asombro o momento inexplicable.

No hay duda que para el que lo decide, ser papá es una experiencia de extrema felicidad, y vivir el acontecimiento desde el momento en que cada hijo sale del vientre de su madre lo hace todavía más extraordinario.

Sentir en algún momento temor de lo que implica ser por primera vez papá creo que también es parte del proceso, al menos es lo que se compartió en el curso de preparación para el parto, lo que salen en las charlas entre papás novatos, valió la pena preguntar ¿cuál fue el principal temor que sentiste al darte cuenta que te habías convertido en papá? No hubo ningún papá que me dijera, “ningún miedo” o “no sentí miedo de nada”. Por el contrario, al menos tres compartieron como un miedo “la responsabilidad”, esta responsabilidad porque los hijos dependerán de ellos, porque no será por un momento sino por largo tiempo. Otros expresaron miedo a no ser el mejor padre, a no estar con ellos cuando lo requieran, a lastimarlos, a no saber qué hacer con ese bebé que estaba en sus brazos.

Pero la pregunta que más me inquietaba era saber si había cambiado su relación de pareja, porque a primera vista no siempre lo vemos, no es sino en ese espacio de intimidad en el que buscas la mirada del otro y aparece el pie de tu bebé cuando sabes que esto está increíble, pero es otra cosa. ¿Qué cambió en tu relación de pareja cuando se volvieron padres? Una respuesta obvia pero que por lo mismo solemos no percibirla es que en el espacio ya no somos dos, sino tres, respondieron algunos. Ves a los bebés y por supuesto que no llegan a tomar decisiones ni a opinar, pero modifican el entorno, desde el espacio en la alacena y los closets para sus cosas hasta los llantos que convierten las noches de descanso en momentos de reto a la creatividad para encontrar una forma para dormirlos. Esta tercera persona que no habla ni camina, nos coloca de mirarnos frente a frente a mirar hacia otro punto, común sí, pero en otra dirección.

La mayoría aludió a la falta de comunicación y al distanciamiento, apareció el tema de la crisis, de las diferencias en las decisiones sobre los hijos, de distribuir el tiempo de forma que dividir momentos y actividades permite rendir mejor pero sobre el “hacerlo juntos” y el tema de los celos. Este aspecto es al que mi marido se refería, al parecer no hay pareja que no lo viva, incluso aquellos que tienen apoyo para cuidar y atender a los hijos.

Claro que para mí fue una crisis porque no hay cambio estable, un hijo llega a mover paradigmas de vida, incluso siendo tu mayor deseo. Después de mencionar estos aspectos mis amigos papás también comentaron que esto había generado unión, alguno más empatía y complicidad a pesar de lo otro.

Si bien, me consta que muchas mujeres que somos madres nos convertimos en fieles protectoras de nuestros hijos y seres entregados a sus necesidades desde la primera infancia, es posible que haya aspectos que valgan la pena reflexionar y revisar para crear nuevas formas de relación entre las parejas que van a ser padres, porque no siempre lo vemos o lo reconocemos.

Cuando elegí compartir mi vida con mi pareja yo había experimentado una serie de emociones que me confirmaban su capacidad de amar, de pronto en el trabajo diario de hacer y ser una familia, tomamos roles sociales que nos aportaron enormes beneficios personales y en el hogar, yo una mamá dedicada a mi hija y él un padre proveedor. Pero hoy me viene a la mente la pregunta de otros roles –la idea no es que sean impuestos- elegibles, que están ahí, latentes, tal vez en proceso de creación que podrían ser respuestas a estos desencuentros de pareja y que nos permitan vernos de una forma menos estereotipada, a mí como mujer y a él como hombre, que nos permitan justamente encontrarnos.

• Hoy en día se sabe que hay una relación positiva de apego papá-bebé, estudios señalan  que los bebés de menos de un año perciben la presencia paterna con alegría.

• Hoy en día se sabe que en el vínculo mamá-bebé, es la mamá quien estimula la participación del papá en los primeros meses.

• Hoy en día se sabe que los hombres también son susceptibles de experimentar depresión postparto.

• Hoy en día existen movimientos que pugnan por dar un lugar más protagónico al padre en el cuidado de los hijos, empezando por el postparto.




¡Papacito hermoso! Le grita mi hija a su papá cuando lo ve llegar después de una salida de la ciudad o simplemente cuando están cariñosos, se abrazan, se besan y se tocan las mejillas, se miran y se ríen como si fueran cómplices de travesuras. Él se deshace ante esta frase y ella sabe cuánto disfruta su papá porque se lo repite para recibir nuevamente su sonrisa. Yo, los observo a veces a la distancia de un mueble a otro, a veces con esas ganas de arrimarlos porque están sentados junto de mí. Dicha, regocijo, alegría, ganas de llorar, un cúmulo de emociones en un instante que me hacen sentir simplemente de verlos. Ese papacito hermoso que tiene esa niña no es nada más ni nada menos que mi pareja de vida.


Gracias Cristina por abrir tu corazón y con tus palabras tan claras nos permites mirar la paternidad con un refrescado punto de visto, que las madres nos sigamos acompañando y mostrando nuevos puntos de vista!! Abrazos la COmadre Lila.

Comentarios

  1. Es hermoso el valor de tu sentir con tú publicación, al leer me transporte a esos momentos vividos con mi esposa e hijos, gracias por ser esa maquina del tiempo. Te amo Cris

    ResponderEliminar
  2. GRACIAS CRIS POR TUS ARTICULO FELICIDADES TODO MUY CIERTO Y SI ESAS EXPERIENCIAS QUE DIOS NOS DEJA VIVIR LAS E VUELTO A REVIVIR ERES UNA SUPER MAMA ...SALUDOS Y UN FUERTE ABRAZO...TQM.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario