Recapitulando la panza, el tunel, la vida y el compartir


Un día nos amamos, un día el Universo entero sincronizo y la vida llego y se recreo en mi vientre...

Fueron 38 semanas de embarazo, 3 primeros meses de vomitó y aceptación, 33 semanas de meditación con bebé en mi vientre y con papá siempre presente, un trabajo de parto corto, de no más de 7 horas, un baño antes del parto, cantos y quejidos durante 3 horas, una luna llena, tres hermosas parteras acompañando y un papá dispuesto siempre a recibir en comunión la vida...

Una bebé que con toda su fuerza compartió con el cuerpo de su madre un parto, una placenta que fluyo hacia la Tierra con toda la fuerza de dos mujeres guerreras, siendo la expresión de nuestra energía en sincronía.

Dos pechos que con todo el amor dieron leche por 3 años 5 meses, un cuerpo de madre que cargo hasta que la bebé corría tanto que ya el rebozo tuvo que guardarse en el cajón de los 4 vestidos del recuerdo. Una cantidad innumerable de noches en vela, fiebres y mocos que ha fluido, risas y juegos en el piso que siguen su curso, arrullos y cantos de dormir, de rezar, de reír y de bailar.

Muchos pañales cambiados y muchos pañales lavados, idas y venidas de parque y paseos al Sol y a la Luna, sonajas y cariños de rostro a rostro, de nariz a nariz, de corazón a corazón, llantos de leche, de caca, de dolor, de chipote, de berrinche, de presencia, de sudor y de cama.

Una recámara que siendo de dos, se convirtió en el cuarto de dormir para tres y que dejará de serlo cuando la niña que crece nos diga ahora quiero dormir acompañada por mis bebés y mis muñecos.

Miro atrás y como familia hemos caminado este caminar hacia un lugar que no tiene lugar de llegada, pero que si algún día tuvo lugar de partida.

Miro a mi hija convertida en una niña y todavía algo de mi corazón sigue sintiéndola como mi bebé lactante, cargada en brazos, en el rebozo, en el vientre.

Todavía me maravillo por la vida, sigo sintiendo su magia cuando pienso en ese pequeño ser que un día habito mi vientre, que creció en el, que eligió nacer, que lacto de mis pechos por días y noches, que cargue en el rebozo aveces días enteros y que se encimaba en mi pecho para dormir por mil y una noches, que me miro y me sonrió por primera vez, que tomo su primera papilla de zanahoria y que ahora dice que le gusta el chile por que es grande.

Honro a la vida, a la Tierra, al Sol, a la Luna, al Universo entero por permitirme presenciar la maravilla de la creación expresada en un ser, que de ser una célula pequeñita ahora es una niña que corre, habla, expresa y le baila todos los días a la vida.

Todavía en algo muy inocente de mi, pienso que cuando vaya a la cama encontraré a una bebita chiquita que se pegara a mis pechos toda la noche, y que sólo estoy escribiendo un supuesto de cuando tenga 3 años... pero la vida me sorprende con una lágrima y una suspiro que me devuelven al presente y me permiten agradecer por lo sagrado que es la maternidad, mi maternidad de 3 años 5 meses con mi hija, con mi compañero, puedo mirar el presente y no arrepentirme por nada, ahora mismo todo puedo desaparecer y sabré que todo ha sido perfecto y sagrado, no ha habido más ni menos, sólo ha estado el gran regalo de este viaje interminable, que hoy me permite honrar la maternidad, lo femenino y la familia que un día sembré y hoy se enraiza profundo en la Tierra.

Un día mi hija crece y la vida, lo eterno, no se detienen, es perfecto...

Comentarios

  1. Esta semana también estuve recapitulando la vida de mi crío. Y lo miro y veo cuánto ha crecido también. ¡Gracias por compartir Lila! ¡Qué hermoso - y a la vez un poquillo doloroso- verlos crecer, y ver que poco a poco pueden separarse de mamá.

    Un beso muy grande.

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  2. Hermoso Lila, gracias.

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