De parte de un admirador de COmdres.

Un fiel admirador de COmadres no hizo esta carta para leer en el pasado club de madres, por la infinidad de actividades y falta de tiempo ya no se leyo, pero aquí se los compartimos.

Admiradas mujeres Co-madres:

Sucede que uno asoma la cabeza al mundo y se da cuenta de que las cosas no andan bien; nada bien. Para qué enumerar la lista de horrores. Lo importante es que en estos días terribles un grupo de mujeres ha decidido reunirse a intercambiar experiencias, información y afectos alrededor de lo que la maternidad es para ustedes y de lo que puede ser para todos nosotros. Y es esta pequeña acción -que cada una de ustedes cumple una vez al mes, pero que reproduce a lo largo de los días del calendario- lo que hay que celebrar, admirar y recapitular.

Así que me detengo a ver la magnitud de su tarea y me asombra. Porque ya se habrán dado cuenta, pero quiero recalcarlo, que el modo en el que vivimos -o el sistema o como se le llame- ha refinado a una dinámica nada favorable para la vida. Si durante la mayor parte de la historia, la cultura humana se basó en cuidar y educar a los hijos para mantener la sobrevivencia; en estos días lo que se cuida y protege para su reproducción es una cosa llamada capital. (Y no lo digo, yo, lo que sigue es lo que he aprendido de gente muy valiosa). De hecho, sobre lo que antes entendíamos por naturaleza (nacer, crecer, morir), se ha impuesto una segunda naturaleza: la multiplicación, a toda costa, de los capitales. Ya no se necesita criar hijos para mundos nuevos (ya no se diga mejores), eso no está en los planes de esta segunda naturaleza; lo que interesa es que haya seres reproductores del destino que se nos tiene ya preparado: trabajadores, consumidores, teleadictos, analfabetas sin imaginación capaces de creerse que un auto, una camisa o unos zapatos son la puerta a un mundo mejor; y dispuestos a trabajar y a endeudarse por ello. Pero ese mundo prometido nunca llega; detrás de cada moda sólo hay más dinero para las empresas, más vidas homogéneas y grises y menos posibilidad de encaminarse hacia otro tipo de mundo (u otros mundos, porque el futuro o es diverso o es nada más que una condena).

Así que una manera contundente de esta segunda naturaleza para multiplicarse es secuestrando la reproducción humana: el ginecólogo, el hospital, las farmacéuticas, las campañas de vacunación, y posteriormente los sistemas educativos, toman a su cargo todas las actividades que antes corrían a cargo por personas y no por instituciones, y lo hacen con ayuda de la mejor campaña: la de la ignorancia y el miedo. Para todo eso más pareciera que las madres, los padres y las personas cercanas fuéramos sólo los asistentes de las instituciones para apoyar el alumbramiento, apoyar la salud, apoyar la educación y dar contención a los nuevos nacimientos. Esas instituciones tienen todo bajo control, nos tienen bajo control y ganan mucho dinero.
El secuestro de la crianza, pues, es real y no es un accidente. Y es sólo el primero de muchos secuestros que se resumen –como dicen los indignados de Madrid- en el secuestro de que podamos optar por una vida digna.

Y peor aún: de lo que hay se nos da todo por pedazos y se hace que nos peleemos por ello. Se nos educa para competir; y no se compite por lo mejor sino por lo que queda. Todo lo cual genera una violencia inimaginable, que parece ser la que hoy nos tiene unos contra otros.

Y sin embargo, tampoco parece casual que mientras el panorama se pone más negro y el capitalismo más salvaje, surjan iniciativas como la que ustedes nutren. Porque desde donde yo lo veo (y perdónenme si les parece que voy demasiado lejos) lo que ustedes hacen es la reivindicación de la vida por encima de la voracidad; lo que hacen es poner por encima de ese destino armado para consumir y consumirse en él, otro horizonte. Un futuro autodeterminado, donde la dignidad de las personas vuelva al centro de las decisiones, donde la imaginación no decida sólo sobre el tamaño de la tele, sino sobre la calidad de vida que queremos. Su labor, en la apuesta por el porvenir de sus hijos y de ustedes mismas, es una labor invaluable y que su ubica en el centro mismo de los problemas reales. Apuestan por un ahora y un mañana mejor para ustedes y sus hijos y nosotros, y lo hacen con un pensamiento común, colectivo: privilegian la charla por encima de sordera; privilegian la vida por encima de sus temores. Enfrentan sus miedos, se informan, corren la voz, se equivocan y piden ayuda. No piensan que todo está dicho; además de criar, crean.

Y no puedo imaginar para estos días una lucha mejor, ni más poderosa en su modestia de medios y su grandeza de miras. Hoy que cumplen un año de reunirse y darnos el ejemplo a los que las acompañamos, a la palabra FELICIDADES, quiero unir la palabra GRACIAS.

Rubén Ortiz (compañero de Lila, papá de María)

Comentarios

  1. Gracias Ruben! Neta que si. Leer tu carta me hizo sentir muy bien. Gracias:)

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  2. Rubén, una vez más me llegas al corazón y me provocas un llanto de alegría. Recibo tus palabras como una ducha fresca, ahora entiendo lo que sienten nuestros "alebrijes" cuando de verdad los miramos. Gracias por mirarnos, gracias por decirlo.

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